top of page

Los órdenes del amor

  • Foto del escritor: Claudia Tannus
    Claudia Tannus
  • 28 oct 2020
  • 3 Min. de lectura

Amor ciego y amor que ve

Cuando nacemos somos vulnerables, inocentes, inexpertos, no nos valemos por nosotros mismos y necesitamos que nos alimenten, abriguen, cuiden y enseñen para no morir. Por lo tanto, estamos innatamente dispuestos a hacer lo que sea para no quedar fuera de esa contención, siguiendo las pautas que nuestro sistema nos exige para ser parte de él: la pertenencia garantiza nuestra supervivencia


Como seres gregarios, organizados en grupos sociales, para pertenecer debemos vincularnos con los demás miembros del grupo. Y debemos hacerlo de un modo más o menos ordenado, para lo cual se establecen ciertas reglas y ciertas jerarquías que tendremos que respetar, para ser parte del sistema.

Hellinger llama “Órdenes del Amor” a este conjunto de leyes naturales, familiares, sociales y hasta espirituales que rigen el funcionamiento y el intercambio de los sistemas humanos y que condicionan, irreversiblemente, nuestra manera de actuar.


Hay órdenes relativos a la jerarquía de las generaciones, que exigen el respeto a los ancestros y especialmente a los padres; hay órdenes que garantizan el equilibrio del intercambio -sobre todo en las parejas-, estableciendo un balance entre “el dar y el recibir” y también existen órdenes propios de cada familia, que resultan de su historia particular.


La transgresión de los “Órdenes del Amor”, especialmente la exclusión, tiene graves consecuencias en el sistema, que llegan a manifestarse como severas patologías individuales, familiares, o sociales: violencia, inadaptación, dificultades de relación, enfermedades físicas y psíquicas, adicciones, entre otras.


Paradójicamente, dice Hellinger, estas patologías están al servicio del sistema, hacen algo por él y lo hacen siempre impulsadas por la lealtad, instintiva y ciega, a ese sistema. En otras palabras, lo hacen por amor al sistema familiar, en especial a los padres.


Y allí mismo, en esta paradoja, está la clave para la solución: al sacar a la luz las dinámicas ocultas que mueven ese amor leal que actúa ciegamente, el “amor ciego” que enreda y enferma, se transforma en “amor que ve”, en amor que integra y que cura.


La enorme fuerza del amor, que al servicio del sistema puede llevarnos ciegamente a la enfermedad, el sufrimiento o la muerte es la misma que nos lleva a sanar, a tomar la vida por entero y a vivirla plenamente.


El restablecimiento del orden, lejos de restringir, libera el flujo de ese amor sanador, fortalece la familia y hace posible que cada miembro del sistema pueda vivir en sintonía con su destino:


“El amor llena lo que el orden abarca. El uno es el agua, el otro el jarro. El orden recoge, el amor fluye…” Bert Hellinger

Reconocer lo que fue, lo que es y lo que será

“El corazón de aquel que ha comprendido que lo presente está en resonancia con lo pasado, tanto en lo bueno como en lo malo, late en sintonía con el mundo.” Bert Hellinger.

La mayoría de las terapias lidian con los problemas intentando eliminarlos. La medicina combate las enfermedades, apenas se manifiestan, haciendo desaparecer los síntomas. Muchos abordajes terapéuticos intentan “romper” los vínculos que consideran nocivos, otros pretenden suprimir o evitar los aspectos “negativos” de la persona…


Sin embargo, para Hellinger, la única manera de transformar algo en nuestra vida es reconociendo lo que es, enfrentando y diciendo primeramente “sí” al problema, a la enfermedad, al obstáculo. Diciendo “sí” a nuestro destino, con lo bueno y con lo malo, que incluye esa enfermedad o ese problema que tratamos.


El primer “sí”, el más importante, es el “sí” a la vida y a quienes nos la dieron: nuestros padres. Tomar a los padres es tomar la vida, negar a los padres es negar la vida. Asentir a la vida es reconocer a todos los que vinieron antes que nosotros y forjaron ese destino, es asentir a nuestro origen.





Lo sepamos o no, estamos indisolublemente ligados a nuestra familia de origen. Cada pieza del complejo rompecabezas que forma la historia de nuestros antepasados, generación tras generación, tiene una incidencia directa sobre nuestra vida actual.


Las Constelaciones Familiares constatan, además, que cuanto más negamos nuestro origen, más nos condiciona; cuanto más nos alejamos de nuestra familia, más nos enreda; cuanto más tratamos de diferenciarnos de nuestros padres, más nos parecemos. Porque en nuestro fuero más íntimo y primario, seguimos siendo profundamente leales al sistema familiar.


En realidad, sólo podemos hacer un camino propio cuando logramos saldar internamente nuestras cuentas familiares, cuando ya no reclamamos, ni esperamos, ni increpamos ninguna falta y tomamos, con amor y respeto, lo que nos fue dado, tal como nos fue dado. Así, plenos, completos, nos hacemos libres.





 
 
 

Comments


Publicar: Blog2_Post

598 97 258869

  • Facebook

©2020 por Constela con Caballos. Creada con Wix.com

bottom of page